Recientemente un nuevo Estudio Indie se presentó en uno de los tantos grupos de desarrollo que existen en la red. Pedían consejo sobre cómo abordar la aventura que comenzaban. Un “Experto” en el tema les comentó: “En el mundo del desarrollo de juegos, el juego es lo menos importante, lo importante es la estrategia de marketing que apliques. Si quieres ser exitoso debes aprender a vender” Incluso en este momento, la idea de describir lo ofensiva que me resultó la frase resulta complicado. Aquello fue como ver a alguien lanzar lodo a algo que amas, ponerle un pie encima e invitar a otros a reír con él mientras lo hace. Pero por más terrible que me pareciera aquello, lo que sucedió después me hizo pensar que quizás era yo el del problema. No pudiendo aguantar la tentación decidí dejarle a los chicos mi propio consejo idealista: “Los juegos son lo más importante, concéntrate en crear buenos juegos, juegos creativos y que hagan un aporte a la industria, de lo contrario daría lo mismo que fundaras un estudio o una panadería” Bien, me sentí un poco mejor, pero entonces el chico dijo: “Estoy de acuerdo en que lo más importante es el marketing”
Fue en ese momento que comprendí que algo estaba pasando y, ante la duda, decidí hacer lo que cualquier persona en su sano juicio haría en mi lugar: buscar en google. Lo que encontré fue sorprendente y desalentador al mismo tiempo, pues la idea del “Experto” no estaba tan traída de los pelos como yo pensé, de hecho, se trata de la opinión generalizada. Paso entonces a contarles mis impresiones en la espera de generar al menos un debate al respecto.
El juego no importa
Según el Experto y el Joven Desarrollador (…y los incontables artículos, foros y reviews que encontré en la red) En efecto, el marketing tiene gran importancia en el proceso de desarrollo de juegos. No tengo manera de refutar esto, de hecho debo aclarar que estoy completamente de acuerdo. Donde mi alarma se activa es en el momento en que los desarrolladores le dan más importancia al marketing que al juego mismo. Según los expertos, el juego ocupa cuando mucho 40% mientras que el marketing demanda el 60% de atención. Y aquí es donde tengo problemas: ¿Cómo puede una industria que se especializa en la creación de juegos, darle menos importancia al producto que a la venta del mismo? Esto no solo es absurdo sino potencialmente peligroso. Podríamos afirmar, desde una visión izquierdosa, que en una sociedad dominada por el mercado, la mercancía revierte menor importancia que la venta misma, el interés es hacer dinero y, como el tiempo es dinero, no hay tiempo para la creatividad. ¿O sí lo hay? Existen multitud de ejemplos que nos hacen pensar que sí: Monument Valley, Child of Light, Super Hexagon, Superbrothers: Sword & Sworcery EP, son solo algunos de ellos. Juegos que demuestran lo que se puede lograr con un poco de ingenio y amor por la disciplina. Si consideramos que además sus creadores hicieron buen dinero con ellos, surge la pregunta: ¿Qué motiva a los expertos a afirmar que el juego no es importante y además empujar a los nuevos desarrolladores por ese camino de sequía creativa?
La Mercadotecnia es un virus
Comenzaré por comentar que para este servidor, el marketing no es inherente a los videojuegos. De hecho, se trata de una disciplina aparte, que a mi parecer sirve de apoyo (o verdugo) para otras industrias con las que se asocia. Así encontramos marketing en el cine, en los comics, incluso en la comida que consumimos. Pero así como ocurre en estas otras disciplinas, el marketing puede ser amigo o enemigo. Por un lado puede ayudar a la difusión del producto y al establecimiento de una marca o personalidad. Pero por otro deja abierta la puerta para que algunos vicios menos positivos se cuelen y acaben por estropear lo que intentan ayudar.
Son pocos los desarrolladores de videojuegos que además son expertos en marketing. Lo que sucede normalmente es que los estudios contratan los servicios de un experto en marketing para que ayude a posicionar su producto. Estos expertos en ocasiones tienen poco o ningún conocimiento de la industria. Y además carecen de la respectiva dosis de amor que debe existir en toda disciplina creativa. Estas personas son expertos en hacer dinero y pueden detectar una oportunidad cuando la ven; hoy pueden ser los juegos, mañana las sillas de madera. No importa lo que vendan, con tal de vender. Esta realidad genera un peligro importante y abre la puerta para los vicios que comentaba anteriormente. Si el producto no importa, entonces es fácil descuidar la calidad del mismo. Cuando mi interés es vender y soy bueno en ello, entonces puedo vender lo que sea, sea bueno o no. Esto, pienso, es lo que se esconde detrás de la opinión del “Experto” en la anécdota inicial. Cuando el hombre dice que el juego no es lo importante, quizás sin darse cuenta está diciendo: “no te esfuerces en crear un juego de calidad, porque si sabes cómo vender, podrás venderlo incluso si es mediocre”. Este es el principal peligro que corremos cuando le damos al marketing tanta importancia. La tiene, pero nuestro producto, nuestro juego, debe ser siempre lo más importante, porque es lo que nos atrajo a esta industria en un primer momento (o debería ser) y si nos olvidamos de la calidad y dejamos que el virus del marketing envenene nuestro hacer, corremos el riesgo de convertirnos en vendedores sin alma que puede que hagan mucho dinero para ellos, pero no le ofrecen nada nuevo, útil o valioso a la industria.
El arte de vender la mediocridad
Así pues, estos expertos en marketing nos dicen que no nos preocupemos por el juego. Es decir: ¿para qué tener a un diseñador de juegos en el equipo? (De hecho muchos de estos nuevos estudios con los que he conversado no tienen idea que existe este papel. Son equipos conformados por un desarrollador, un diseñador gráfico, un músico y un especialista de marketing) Si esto es así ¿quién diseña el juego? ¿Quién elige la mecánica apropiada? ¿Quién diseña los niveles y se encarga de balancear la experiencia? Nadie, porque para estos estudios lo importante es que el juego se vea bonito, suene bien y aparezca en el periódico. Si la experiencia final termina siendo una copia barata de un juego preexistente o una que se olvida al pasar el día, no importa. Porque durante ese día el usuario golpeó varias veces sin querer el banner de publicidad que maliciosamente coloqué justo sobre el botón de continuar.
Este tipo de estrategias es lo que hace de los juegos para móviles un terreno espinoso. Anteriormente mencioné algunas joyas que han surgido en los últimos años, algunas móviles. Pero por cada Monument Valley, aparecen en la App Store millones de Flappy Flapper o Smashy Smashers que lo único que le dejan a la industria es una herida difícil de cerrar. Para quienes consideramos a los videojuegos una forma de arte, se nos hace cada vez más difícil convencer a quienes no lo creen así, cuando los juegos más conocidos a nivel mundial son Farmville y Candy Crush. Juegos que, más que juegos, son máquinas de hacer dinero y que gracias a los “Expertos en marketing” y a aquellos desarrolladores que ingenuamente piensan que esa es la única ruta a seguir, siguen saturando el mercado con ideas a medio cocinar que venden mucho, aparecen en los medios, pero que difícilmente guardan algún atisbo de calidad, bajo los estándares reales de la industria.
La creatividad existe y vale la pena encontrarla
A pesar de lo dicho, existen muchos estudios y desarrolladores independientes que siguen enfocando sus esfuerzos en crear juegos de calidad. Ubisoft Montreal con sus excepcionales platformers, Nitrome y sus experiencias retro fascinantes, Vlambeer, Edmund Mcmillen, Ironhide, por nombrar algunos. Necesitamos más de estos. Necesitamos que sean más conocidos. Si más jóvenes desarrolladores se sienten inspirados por estos grandes y no por Zynga, Supercell, King entonces es muy probable que comencemos a ver más juegos de calidad y observemos una disminución progresiva de las apps mediocres, repletas de publicidad que invaden las redes sociales y medios de comunicación haciéndose llamar a sí mismas “Videojuegos”.